martes, 27 de octubre de 2009

como viven las canciones

Las canciones no nacen mi hijo, decía mi padre, cuando nos sentábamos juntos en el campo a ver el sol anaranjado de los tiempos de verano...

Ellas no nacen, porque se arman de los pedazos de cielo que rodean a todo y se unen con los cantos del viento y con los de las aves, con los arrullos del agua que corre en los pequeños arroyos, y estas partes intentan siempre unirse porque se enamoran unas de otras y quieren vivir juntas y se le acercan a los hombres y les hablan al oido, esperando que estos les den la posibilidad de abrirse como flores...

Se hacen conocer y coquetean con los hombres o las mujeres según sea su origen, les inspiran silbidos o tarareos o tal vez, los empujan para que soplen en sus armónicas o en las zampoñas.

Y cuando un músico les entiende, y las escribe y les pone música y las toca con su guitarra o las canta a su mujer, o la madre la canta a sus hijos, ellas como bellas flores se abren y lo mismo que estas alegran las almas y les regalan la paz y el recuerdo de lo bello que ya no esta, o de lo feo que ya gracias a Dios se fue...

Y cuando un aprendiz de músico las entona, con sus desacertadas y tal vez desafinadas interpretaciones, ellas lejos de sentirse maltratadas, se sienten juguetonas y se esconden al pensamiento y la memoria del inexperto, porque para ellas, el error de aquel que quiere con toda su alma tocarlas y cantarlas bien, es como si les hicieran cosquillas y las hace sentir vivas y juguetonas y brincan de aquí para allá...

Y cuando los hombres ingratos y leves las dejan de lado, por interpretar y hacer cosquillas a otras, ellas no mueren solo esperan que un abuelo en la cuna las cante a su nieto, para florecer de nuevo como la primera vez.

Eso me contaba mi padre en las tardes y me lo contó muchas veces, pero para mi no era una historia que se ajara con el tiempo, era como una canción sin guitarra que alegraba mi alma aun mas porque siendo niño nunca mi alma estaba triste.

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