miércoles, 21 de octubre de 2009

Su mirada triste

Ella con sus ojos indiferentes se paró frente a el, y el la miró, con unos ojos que ya no mostraban lo que hacia muchos años reflejaban, antes tenían un paz profunda, capaz de conmover las almas desde lo mas profundo del corazón.

Ella, desdeñosa al igual que muchos que le habían maltratado en su vida, lo miraba sin el mas pequeño asomo de compasión, por el dolor que reflejaban sus ojos, tan solo con la mirada fruto de la costumbre de ver esa tristeza todos los días, pero una cosa si es segura, esa mirada triste fue puesta ahí por otros, por algunos hombres que lo quisieron así, no tanto por sus acciones o por sus omisiones, sino mas bien por esa vanagloria que a veces hace que seamos menos de lo que somos y al mismo tiempo creamos que somos mas que otros.

En los ojos tristes de aquel no había reproches, ni reclamos, mucho menos había culpa para ella que solo lo miraba pensando quien sabe que.

Ella no sentía nada especial, sin embargo le pasaba una toallita por el rostro, para quitar, pensaba ella, lo que no debía estar allí, porque de una forma u otra pensaba que lo mas importante era ese reflejo del dolor de años pasados, para que quien como ella le mirara aprendiera, pero, ella misma después de mucho, mucho tiempo de hacer lo mismo, nunca había aprendido.

Ese era un día extraño, porque ella no sentía nada especial, de eso que sintió alguna vez cuando por primera vez el vino a casa traído por su padre, hace un tiempo que a ella ya no le interesaba contar, porque su padre había muerto y ella en cierta forma creía que el tenia que ver algo con esa partida apresurada de un padre amoroso que siempre se afanó por dar y nunca pidió nada.

Ella sabia que aquel a quien miraba había hecho lo mismo muchas veces y que ella recordara una la mas importante, en la que...

Pero eso ahora no importaba, termino de quitarle lo que ella consideraba no debía estar en su rostro. El no podía decir que si, ni no en ese momento, su situación actual no se lo permitía.

Otros lo habían hecho así, y por eso el ya hacia mucho no podía expresar con palabras o movimientos lo que antes había expresado, solo quedaba el recuerdo se sus lecciones, de sus palabras y de sus acciones de amor y de sacrificio, que para ella estaban reflejadas en su mirada triste, esa que ella buscaba mantener siempre presente para que no se ocultara detrás del polvo de los años.

En eso se hallaba ella, cuando su pequeño hijo, paso a su lado con un carrito de cuerda en la mano, y al verla tan absorta le preguntó: ¿Mamá que haces?

Y ella quitando la mirada suya de aquella tan triste, como aprovechando la oportunidad de escapar le dijo a su pequeño que nada sabia:

Limpio el crucifijo de tu abuelo...

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